Mallorca: la mejor marca de tiempo conocida de la ruta GR221

Objetivo: completar la travesía en menos de 24 horas

“Yo me parezco a los otros millones de deportistas en Strava. Vivo en Londres y trabajo en una oficina. Si alcanzo los 20 metros de desnivel cuando salgo a salir a correr al mediodía, me doy con un canto en los dientes”, dice James Poole . “No soy Kilian Jornet que se puede escapar y correr por los paisajes noruegos. Pero sí que me gusta superar mis propios límites”. Le gusta tanto correr que se ha lanzado a competir en algunas de las carreras más importantes del mundo como UTMB y Transgrancanaria. Pero también disfruta poniéndose a prueba participando en proyectos fuera del circuito de las carreras. “He corrido en Mallorca la GR221, conocida como la ruta de piedra en seco, durante tres días en diciembre. De ahí salió la idea de intentar recorrer la extensión de isla en menos de 24 horas”. Todos los deportistas van un paso por delante. Y James no es la excepción. Se embarcó en esta aventura para, una vez más, superarla. Veamos lo que encontró al otro lado.

Apuntar alto

A diferencia de los Alpes franceses o las Montañas Rocosas de Colorado, la ruta GR221 no supera los 1000 m de altitud, aunque la ruta completa tiene más de 6000 m de desnivel positivo. Gran parte del recorrido sigue la línea de la costa encontrándonos con numerosos tramos cortos con subidas y bajadas escarpadas. “Lo importante en cualquier ruta larga como esta es comenzar tranquilo. Pero por supuesto lo de tranquilo es relativo porque con el sol brillando y las piernas descansadas salí a darlo todo”.

Corriendo por la luna

“El encanto de la GR221 es que el terreno es agreste. Predomina la piedra caliza que se resquebraja y, en ocasiones, crea esta superficie que nos recuerda a la superficie lunar sobre la que es durísimo caminar, por no hablar de mantener un ritmo de carrera decente”.

Calor abrasador

“Desde el principio, sabía que las temperaturas que me iban a acompañar en esta larga y ardua carrera iban a ser altas. Decidí comenzar a las 9 de la mañana, pero no tuve del todo en cuenta la intensidad del sol de mayo. Tras llevar corriendo una hora, tenía los pantalones cortos empapados en sudor y podía sentir cómo me caían las gotas por las piernas. A veces me llegaba una brisa estupenda de la sierra de Tramontana que me refrescaba. Pero sabiendo que el sol no se ponía hasta las 9 de la noche, me mentalicé para afrontar un interminable día de sufrimiento. Sabía que así sería. Lo que no esperaba es que comenzara tan pronto”.

La tormenta perfecta

James recorrió los primeros 50 km con relativa facilidad y su objetivo de tardar menos de 24 horas parecía razonable. “A esta altura, no tenía ni idea de cómo me estaba afectando el calor. Me estaba asando poco a poco como un pavo en Navidad”.

El estallido

“Hasta el kilómetro 60 me sentía estupendo. Había estado comiendo y bebiendo bien y pensaba que mis necesidades nutricionales estaban cubiertas. Cuando llegué a Valldemosa me entraron ganas de vomitar y al segundo estaba arrojando el contenido de mi estómago. No paraba de vomitar. Hasta el punto que ya no era algo desagradable, sino que me di cuenta que me sentía bien cada vez que lo hacía”.

Calambres

“El dolor en las pantorrillas era insoportable. Me caí al suelo, apretaba los dientes mientras que el músculo parecía que tenía vida propia, era como un alienígena que estuviera intentando atravesar la piel. Entonces le llegó el turno a los flexores de la cadera. Tuve que tumbarme boca abajo en el suelo paralizado por el dolor. Comenzó a oscurecer y sabía que estaba en problemas”.

Decisiones difíciles

Los calambres y la deshidratación hicieron que perdiera dos horas. El objetivo de hacerlo en menos de 24 horas se iba alejando a la misma velocidad que el sol se ponía. “Tuve la sensación de haber estado tumbado en el suelo envuelto en una manta térmica una eternidad. Las lágrimas caían por mi rostro y el deseo de acurrucarme y morir allí era cada vez más real. ¿Podría empeorar más la situación? Sí, había anochecido y sabía que los tramos más difíciles estaban por llegar. Pero algo dentro de mí me impulsó a no tener compasión de mí mismo y ponerme en marcha”.

La parte más dura de la GR221 es sin lugar a dudas la etapa desde Sóller hasta el monasterio en Lluc. Atraviesa algunos de los picos más altos de la Tramontana y está menos concurrida que otros de los tramos más turísticos. No paraba de perderme y de verme de repente al borde de un acantilado por haber seguido un camino de cabras. En un momento dado tuve que trepar agarrándome a los anclajes de escalada”

Seguir adelante

Con la luz del nuevo día, las posibilidades de hacer el recorrido en menos de 24 horas se desvanecían. “Me arrepentí de haber tomado la salida demasiado rápido y tuve tiempo suficiente para analizar las decisiones equivocadas que tomé: el ritmo rápido, las muchas paradas para beber y la falta de respeto por las montañas. Cuando llegué al refugio en las afueras del pueblo estaba listo para dar el reto por finalizado”.

Un recorrido duro

“El problema con este tipo de carreras es que no hay una multitud de personas que te animan al final. Te quedas sin los saludos de personas desconocidas, sin la medalla y sin chaleco para los que atraviesan la meta. Te pierdes todas esas cosas que te dan aliento en la recta final de la carrera. Eres tú contra los elementos. Hubiese dado mi brazo derecho porque alguien me hubiese jaleado desde algunos de los coches que pasaban”.

La vida es una playa

“Mientras corría por las calles del Puerto de Pollensa hasta llegar a la playa nadie tenía ni la más remota idea de mi viaje. No había conseguido mi objetivo, pero había superado mis propios límites. Me sumergí en el mar con la ropa puesta, librándome de todas las impurezas. He echado un pulso con las montañas. Y han ganado ellas. Pero me han enseñado una lección que jamás olvidaré”.