Como epidemiólogo, René Najera trabajó el año pasado durante horas y horas, y a menudo tuvo que ser testigo de hechos traumáticos como ver a personas morir a causa de la COVID-19. Durante la pandemia, los entrenamientos diarios le sirvieron para crear vínculos cada vez más fuertes con las personas, especialmente con su hija. La rutina deportiva se convirtió en una terapia para él.

«Cuanto más corro, siento que podría hacer por ella lo que fuese necesario», dice Najera. «Y esto es parte de la conexión que tengo con ella... Puedo sentir dónde está y ser capaz de estar ahí en segundos si me necesita».

Cuando Najera aceptó su trabajo actual a finales de 2019, pasó a ser especialista en salud mental y epidemiólogo de drogodependencias. Esto incluía el estudio de casos difíciles como suicidios epidémicos por consumo de opioides. Con la llegada de la pandemia unos meses después, Najera cuenta que su salud mental y emocional estaban al límite.

«Trabajas 18 horas al día. Duermes poco, estás de mal humor...», nos cuenta Najera. «Sabes que tu hija se da cuenta y que tu esposa también».

Fue en ese momento en el que Najera decidió comprar una bicicleta y comenzó a pedalear por toda la ciudad con su hija detrás en un carrito. Él mismo comenta que practicar ejercicio mejoró su salud mental. Además, también le ayudó a sentirse más cerca de su familia, porque así podría vivir una vida más larga y plena con ellos.

«Me imagino recogiendo a mi hija al salir del colegio, jugando con ella y animándola si se aficiona a un deporte en el futuro», dice Najera. «Y preguntándome qué estaremos haciendo mi esposa y yo dentro de unos años, qué países visitaremos o qué montañas subiremos».

Además del ciclismo, Najera nos ha contado que ha aprendido a nadar, algo que no había hecho antes.

«Recuerdo que tragaba agua, tosía... Intentaba llegar como podía al borde de la piscina», comenta Najera.

No obstante, para él el reto formaba parte de la diversión de aprender a practicar ejercicio. Ahora, cuando está en la piscina, ve a otras personas nadar e intenta seguirles el ritmo. Incluso cuando nada en solitario, Najera tiene la sensación de estar entrenando en grupo. Lo mismo ocurre cuando corre, pero con otro matiz. En lugar de entrenar con otros deportistas, para motivarse y seguir adelante, Najera piensa en todas esas personas que perdieron la vida el año pasado.

«A veces pienso en los pacientes que vi en los respiradores. Estaban obligados a vivir hacinados y sin otra opción», afirma. «Es entonces cuando me enfado y concentro mi atención en esas personas durante 100 respiraciones».

Entiende que para algunos esto podría resultar morboso, pero añade que reflexionar sobre los momentos tan duros que vivió el año pasado es importante para seguir adelante.

«Eso nos hace seguir adelante, ¿no? Nos motiva», añade. «Necesito hacerlo, ya no solo por mí, sino por las personas a las que quiero. Y, cuando digo las personas que quiero, no me refiero solo a mi familia... Las personas son el centro de mi profesión. Por eso necesito cuidar de todas esas personas cuando hago mi trabajo y por eso lo hago, porque, cuando me encuentro bien, puedo hacer que un montón de personas también estén bien».