Existen pocas hazañas deportivas que sean tan osadas e inspiradoras como la de escalar el monte Everest sin la ayuda de oxígeno artificial. En 2016, los escaladores Adrian Ballinger y Cory Richards contaron su aventura en Strava. Cory consiguió llegar a la cima. Adrian tuvo que detenerse justo antes de alcanzar la cumbre debido a la hipotermia. En 2017, los amigos volvieron al Everest para que Adrian consiguiera coronar el monte.
El plan para la expedición de este año fue ideado casi en el mismo momento en que abandonaban la montaña el año pasado. Adrian sabía que tomaba la decisión correcta al volverse y que continuar le hubiese costado la vida. Aún así, el sentimiento de haber fracasado sigue ahí. “Creo que empecé a sentirme así durante el entrenamiento”, afirma Adrian, “y, en particular, cuando trabajaba la resistencia muscular y subía por los caminos más empinados lo más rápido posible acarreando 30 kilos de agua. Cada día que me esforzaba, entrenaba la humildad también. Resultó ser la manifestación física del proceso que necesitaba recorrer con mi ego”.
Everest al natural: segundo intento



Aclimatación
No existe un solo modo de entrenarse para el monte Everest.
“La verdad es que no hay ningún entrenamiento con el que pueda compararse [el intentar coronar el monte Everest sin oxígeno] porque ninguno te expone a la muerte si no lo terminas”, dice Cory.
Cuando la expedición se encontraba en el Everest, pasaron seis semanas aclimatándose y entrenando en la montaña.Ascendían a campamentos cada vez más altos, volviendo siempre a recuperarse a la altitud relativamente baja del campamento base. Esta es la única forma de que tu cuerpo se acostumbre a la altitud de crucero de un avión comercial sin la ayuda de oxígeno artificial.
La aclimatación no solo estuvo centrada en la adaptación física. “Me enfrenté a una pequeña depresión justo al comienzo del viaje”, afirma Cory, “que también se manifestó como ansiedad, y realmente me di cuenta, en cuanto a mi rendimiento, de cómo fui capaz de seguir adelante y de los niveles de energía que tenía. No me sentí bien al llegar, pero con el tiempo esto cambió y mi estado de ánimo fue mejorando por sí mismo. Al principio, me encontraba mal”.
El equipo sabía que existía una prueba con la que sabrían si estaban preparados para la subida final que les llevaría a la cima. “Dormir a los 7700 metros”, comenta Cory, “y, al día siguiente, llegar a los 8000 metros. Y luego volver al campamento base avanzado. Fue un día clave. Supuso una inyección de confianza porque básicamente en ese día has ascendido a tres o cuatro de los picos más altos del mundo”.
Para Adrian, esa prueba final no fue lo bien que esperaba. “De hecho contraje una gripe estomacal en el campamento base avanzado a 6400 metros”, comenta. “Solo me duró unas 36 horas, pero me tumbó. Era difícil llegar al baño desde mi tienda y me pasé el día sin hacer nada con escalofríos por la fiebre. Otra vez me parecía tan injusto; me he dedicado a esto los últimos 20 años. He visto cómo se ponían enfermas otras personas. Forma parte de la expedición. Una de las cosas que hace de la expedición un reto continuo no es solo tu excelente forma física y tu preparación para un día de competición, sino que cosas tontas como esta pasan todo el rato y me afectó muchísimo. La buena noticia es que tres días después del ataque de ese bicho a mi estómago alcancé los 8000 metros y me dio la seguridad de que era lo bastante fuerte como para enfrentarme al desafío”.

"Tras esta importante ascensión, el equipo descendió hasta el campamento base y le concedieron a sus cuerpos toda una semana de descanso. La espera se hace eterna para los escaladores con sed de cimas.
“Estábamos preparados para conquistar la cumbre”, dice Adrian. “Esperábamos a que se diesen las condiciones climatológicas adecuadas. Me sentía genial. Había sido la temporada perfecta. Todo había ido estupendamente, pero así era como me sentía el año pasado también. ¿Y si vuelve a pasar lo mismo? ¿Y si me levanto a más de 8300 metros, con demasiado frío y me rindo?
Pero hablándolo con Cory me dijo que puede pasar exactamente lo mismo y que no hay nada que puedas hacer excepto no adelantar los acontecimientos. Ahí está el quid de la cuestión. Si no nos invadieran las dudas en la ascensión a la cumbre, no sería el Everest sin oxígeno. Dejé de obsesionarme. No había nada más que pudiera hacer”.
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La montaña te hace humilde
El 24 de mayo el equipo comenzó su ascensión final hacia la cima. El 25 de mayo alcanzaron el campamento 2 a 7620 metros. Y, finalmente, el 26 de mayo tenían 41 horas de subida por delante.
El cuerpo de Adrian comenzó a fallar cuando el equipo llegó a lo más alto de la montaña: la “zona de la muerte”. “Todo lo que recuerdo es cómo le suplicaba a mis cuádriceps que respondieran”, recuerda Adrian, “y el poquísimo caso que me hacían. Era la primera vez que sentía esa sensación de cómo se revelaba mi cuerpo contra mi cerebro.
Fue toda una lección de humildad. Ahora entiendo perfectamente cómo muchas personas deciden sentarse, dormirse y morir en esas grandes montañas. Todo el tiempo que pasé a más de 8500 metros pensaba que era la decisión más lógica que podría tomar. Me asusta el pensarlo”.




Montañeros expertos, decisiones expertas
"Para Cory, toda la situación le superaba. “Todas las mañanas pensaba en volverme porque me sentía fatal”, nos cuenta. “Cuando acabé por regresar, me sentí muy, muy mal. El orgullo herido, la arrogancia, la frustración... todos los sentimientos negativos que rodean al fracaso afloraron, pero también sentía alivio y todo ello era un batiburrillo de emociones. Creo que en ese momento era difícil explicarlo con palabras, todo era muy confuso, pero tomé la decisión correcta”.
Pero aún no había acabado la ascensión de Cory. “No tenía ninguna intención de utilizar oxígeno artificial cuando decidí volverme”, recuerda. “No entraba en mis planes. Lo que sucedió fue que el equipo Alpenglow Expeditions estaba descendiendo y nuestros caminos se cruzaron. Me dieron dos botellas de oxígeno, una máscara y un regulador. Me los puse y comencé a subir de nuevo."
"¿Por qué tomé esa decisión? No lo tengo nada claro. Ni siquiera lo pensé. Era lo que tenía que hacer y punto”.

Para Adrian todo cobró sentido a medida que se encaminaba hacia su objetivo. “El primer día, desde el campamento base hasta el campamento base avanzado tienes que recorrer 20 kilómetros con más de 1500 metros de desnivel positivo; es bestial, alcanzas los 6400 metros. En Estados Unidos no existe ningún lugar más alto, ni siquiera el Denali. El ritmo cardíaco lo mantenía por debajo de las 120 pulsaciones, eso lo hacía todo más fácil y me daba un montón de confianza. Y dos días más tarde, el recorrido desde el campamento base avanzado hasta el collado norte, creo que lo hice en media hora menos que el tiempo previsto. El ritmo cardíaco lo mantenía por debajo de las 125 pulsaciones. Mi entrenador vio estos datos en Strava y estaba satisfecho”.
En la herramienta Flyby,podemos ver que los caminos de Cory y Adrian se cruzaron cuatro horas y media antes de que alcanzaran la cima juntos. El 27 de mayo a las 10:53 a. m. Adrian coronó el monte Everest sin la ayuda de oxígeno artificial.


La etapa más peligrosa
No permanecieron mucho tiempo en la cima del mundo. “Todos hablamos sobre lo peligrosos que son los descensos”, comenta Adrian. “Descender tras haber experimentado un nivel de esfuerzo tan grande fue un reto dificilísimo; si hubiese tenido que esperar la ayuda para bajar, como una cuerda o una escalera, me hubiese quedado dormido. Estaba convencido de que mi cuerpo respondería y que estos chicos [Cory junto al equipo de sherpas, Paul y Topo] me iban a ayudar a tomar buenas decisiones y me iban a decir cuándo estaba sobrepasando mis propios límites para no ponerme en peligro”.
Juntos consiguieron alcanzar el campamento base desde la cima poniendo fin a 41 horas de esfuerzo sin descanso. Una vez allí pudieron descansar dos días antes de acometer el descenso final.



Excepcional
Hemos hablado con Cory y Adrian tras volver al campamento base del Everest y sus voces sonaban cansadas. Le hemos pedido a Cory que nos contara lo que ha sentido en el ascenso a la cumbre y nos ha respondido: “Creo que preguntar lo que hemos sentido durante esas 40 horas de ascenso es como preguntarle a alguien que rememore toda su vida. Eso es lo que han sido esos días. Lo único que sé es que estoy impresionado con el esfuerzo de Adrian para llegar hasta donde ha llegado. Ha sido emocionante y algo fuera de lo común. Ha sido una de las cosas más intensas que he experimentado, el ver cuánto esfuerzo ha hecho esa persona”.
También han agradecido todo el apoyo que han recibido. “He recibido el apoyo de la comunidad Strava durante muchos años y es mi fuente de inspiración”, dice Adrian.
“Los kudos y los comentarios son algo extraordinario y la diferencia con otras redes sociales, como Facebook o Instagram, es que son los deportistas los que forman la red. Es una comunidad estupenda de la que formar parte”.
“Se trata de algo muy especial y el apoyo que nos ha brindado la comunidad Strava ha sido increíble”, añade Cory. “Cuando nos comparan, aunque nosotros mismos no lo hagamos, es algo que me resulta interesantísimo. Los comentarios son fascinantes y muy motivadores, y no puedo expresar lo suficiente mi gratitud a la comunidad por seguirnos e involucrarse”.
Kudos para Adrian por volver al Everest y terminar lo que empezaste hace décadas. Y kudos para Cory por haber ayudado a un amigo a conseguir su sueño.

